Esto significa que en los últimos 100 años la Esperanza de Vida al Nacer se ha triplicado, producto de la implementación de políticas de salud pública, la disminución y posterior erradicación de la desnutrición
infantil, el aumento de nivel de escolaridad y la universalización de la educación, el incremento en calidad de vida de la población y la reducción de la mortalidad infantil, entre otros factores.
El descenso
de la mortalidad trajo cambios en el perfil epidemiológico de las defunciones a través del tiempo, pasando del predominio de defunciones características de enfermedades infecto-contagiosas al de muertes por enfermedades neuro-degenerativas.
El alto nivel de mortalidad entre 1918-1920 se debió a dos epidemias de influenza (Laval, 2003), que afectaron con mayor intensidad a las personas adultas, a aquellas en edades avanzadas y a los menores de 15 años. En 1920,
por cada mil nacidos vivos, fallecían 256 niños antes de su primer cumpleaños. Un recién nacido en Chile en 1920 tenía una expectativa de vida de solo 31,5 años; de 32 si era mujer y de 31 si era hombre.
En la actualidad, por cada mil nacidos vivos, fallecen 7 niños antes de cumplir un año y la EVN de una mujer es 81,8 años y para un hombre de 76,7 años.